14 de junio de 2012

EL CHABONO

o carta a un amigo....

Mi amigo y Camarada,

Me preguntas por mi escepticismo… 
Si, ¿piensas tú que lo soy?... déjame narrarte algo:



Años atrás, hace bastantes años.

Después de diez horas en un autobús, de toda una noche de monótono runrún de un desvencijado motor llegamos al Orinoco, Río padre de esta madre tierra, Angostura es el paso, el sitio más profundo y por ende el mas estrecho, alcanzas a ver la otra orilla, en otras alturas de ese mar de agua dulce, solo vez el horizonte, Un café aguarapao mientras esperas la Chalana quien cargara con tu persona, aperos y autobús a Ciudad Bolivar, cuna de la nacionalidad Grancolombiana, Luego seguir al Caroní, río de hierro, oro y diamantes, dos horas más de sofocante viaje.

Me acompaña Mario, compañero del liceo, los dos ganamos ese viaje, nuestro aporte a "Las Misiones" nos valió la distinción, de bolas, los dos internos y sin un carajo que hacer, sacrificábamos nuestros "domingos" en aras de una vaina que no conocíamos.

En el bolsillo una misiva del cura Simón al padre Coco en la que probablemente le explicaba que eran unos chicos bien y lo suficientemente pendejos para dejarse birlar sus domingos por todo un año, El viaje lo pagaba la "Orinoco Mining Co." (claro, los curas nada gastaban) una transnacional que explotaba la riqueza ferro-minera de la zona y que pagando el equivalente a un centavo de dólar por tonelada de material con 85/90% de pureza podía darse esos pequeños lujos.

Mario tenia orígenes trinitarios, su padre, artista y profesor de las bellas artes ha sido uno de los pintores más geniales que he conocido, un verdadero caballero al trato, los conocí en una época en la que signó en mi vida y lo que sería mi gusto por el arte de pinturas, pincel, espátula y paleta, Naturalmente, Mario y como acá decimos estaba algo “pasado de horno” o “Prieto”, como dicen en Cuba, o sea moreno claro, denominación ambigua para aquellos producto de un mestizaje colonial, logrados por violaciones a latigazos.

Llegamos pues al "Club ejecutivo" de la O.M.C. a una cabaña, esperaríamos el siguiente día la avioneta, la cual remontando el río nos llevaría a las "misiones",  10 de la mañana, ya 22 horas de trajín, nada en realidad para nuestros catorce años, ¡Mira, Johnny una piscina!, mi grita Mario de repente, Cuarenta grados de temperatura a la sombra hacían la visión irresistible, no había terminado de decirlo, cuando ya con los trajes de baño puestos corríamos al agua que esperaba, De repente quedamos solos en la piscina, nuestra poca experiencia en esas situaciones nos impide percibir la pesada atmósfera que nos rodea.

Una serie de integrantes de la raza superior nos observan con un extraño rictus en la boca que no conocíamos, Se acerca una señora, amablemente nos indica que no podemos estar allí, que esa piscina pertenece solamente a los "ejecutivos" y sus familiares, venidos de nórticas tierras, que a nosotros simples locales nos pertenecía la de los obreros al otro lado del campamento, En ese momento me di cuenta: Acababa de conocer la segregación, en mi tierra, no requerí viajar a una plantación sureña, ni andar con el tío Tom de mis cuentos infantiles, estaba allí ante mis ojos en mi propia patria "liberada", la señora ante mi cara de rabia, asombro e impotencia trata de enmendarla, no es por ti –me dice- tú eres blanco e hijo de europeo, si quieres quédate, le mentó la madre en forma violenta y salgo corriendo.

Hasta entrada la noche dormitamos a las orillas del Caroní a los pies de un salto de agua que nos salpicaba, la comida las hicimos con muchas chucherías que adquirimos en un ventorrillo cercano, se acerca un indio y nos da pescado, cortésmente les dimos las gracias y nos vio con extrañeza, tomo un paquete de nuestras galletas y siguió su camino, ya tarde en la noche volvemos al "campamento" nos enteramos que una búsqueda intensiva de nuestras personas se había realizado, un guarda nacional nos increpa, y un señor con aire condescendiente y de perdonavidas habla estupideces acerca la irresponsabilidad juvenil.

Temprano en la mañana a pasar sobre el Caroní, me di cuenta de la negrura de sus aguas, ríos negros de la amazonia venezolana teñidos con detritus vegetales, la diferencia se hizo más patente al entrar al Orinoco, castaño claro como la tierra de sus riberas debido a unas lluvias prematuras; allí al encontrarse las aguas se vía claramente la diferencia de colores.

Una avioneta, una Cesna de esas mono motores de lona, mosquitos veteranos de la pasada guerra, tres horas de vuelo a Tucupita, Asombro, miedo, sobrecogimiento encontradas emociones en mi se unieron, las paredes de los Tepuyes 1500 metros de roca emergiendo verticalmente del infierno verde; asiento de la Gran Sabana, verde, verde, verde, un océano de verdor a nuestros pies y una roca que parecía arroparnos a los 800 metros de altura de nuestro vuelo, el Salto del Angel a nuestra izquierda, una maniobra brusca del piloto, y finaliza el turismo con un violento vómito de Mario,, que inunda la mísera cabina.
En Tucupita, cambiamos la Cesna por curiara, largo tronco de unos 12 metros ahuecado a hacha y fuego, un motor fuera de borda de media docena de caballos, nos indicaba el avance de la civilización por esos lares, día y medio  de camino por delante, años me faltarían para relatarles lo visto, el cielo en verde en copas a 60 metros de nuestros ojos, el mar de aguas en donde podías ver el caimán ya casi extinto, las toninas y al anaconda, defendiendo cada uno su territorio, innumerables bandadas de araguatos en constante algarabía se unían a la garza y el corocoro en sinfonía de gritos, blanco y rojo, el pájaro campana en eterno repique de arrebato tremolaba esa catedral de árboles, agua, agua, agua, plaga, plaga, plaga.

Una rolliza monja, de Asturias recién llegada en un vuelo comercial se nos une, por sus blancas y jamónicas pantorrillas hilillos de sangre se deslizaban ante el acoso de los jejenes, ella con un rosario en la mano no se defendía, tal vez ofreciéndole a Dios su martilogio. Hacemos campamento, la moja pide separar su tienda, requiero tranquilidad para rezar, da por argumento, me pide ayudarla, y en lugar de rezar, me acurruca contra ella, con su regordeta mano me masturba y con la otra a masturbarla a mi me enseña, y así, ante mi asombro, un mutuo orgasmo en el medio de la selva alcanzamos, Había sido violado -¡La puta monja me violó!- en el momento no lo entendí, fue muy tierna la experiencia, nada de gritos ni golpes, solo gratos recuerdos la acompañan, aquella mujer toda gordura y ternura me llevó al orgasmo esa noche muchas veces, otra enseñanza: "No es santo lo divino", o ¿no divino lo que parece santo?, y pensando en ello, me dormí, aun con mi juvenil y erecto miembro entre sus nalgas.

Una mano me despierta, monja y niño desnudos en la tienda con ese pegajoso y ocre olor que deja el sexo, un indio nos indicaba que seguir debíamos la húmeda senda, El indio no pareció extrañado de tan peculiar situación, por la cara de la monja pasaron todos los tonos de rubor, un chapuzón en el agua y a seguir remontando nuestro río padre.

La misión, una peladura en la selva, al estilo de un chabono de los waycas, con una miserable capilla en el medio, el padre coco, robusta humanidad en taparrabos, larga, blanca y luenga barba sobre el pecho, curtida la piel por los años de sol y plaga, muestra en sus costados profundas cicatrices, las cuales supe después que fueron ocasionadas por una flecha guajira que le atraviesa el pecho, años antes en nuestra frontera nor-oxidental.

Los indios, perfección de cuerpos al desnudo, un grupo de niñas tengo ante mi vista, mi ya no núbil y joven falo reacciona entre mis piernas, pechos erectos que despuntan pubertad señalan jóvenes ojos en redondas caras, los hombres, en ese momento no precisamente el centro de mi atención, con su prepucio atado con cuerdas suspenden verticalmente el miembro hasta el ombligo, difícil y extraña forma de cargarlo sobre todo en el estado como el mío se encontraba en el momento.

Mario enseguida encontró nuevos amigos, unos pastores anglicanos y de su padre paisanos, no hablaban mal español sólo en jngles, Mario hablaba este idioma perfectamente. Los anglicanos hacían, rumbo al norte del Brasil se encontraban… De interprete fungió Mario ante el cura anglicano, una niña morena y bella, de nuestra edad les acompañaba, dejé pues a Mario en lides de traductor y don Juan que a mí con "mi experiencia" rerciente me parecieron niñerías.

Yo por mi lado tome rumbo,  con la gorda monja y tres indios, hacia un chabono selva adentro; salvo un machete, los tres indios vestían tan solo el curioso cordel que adosaba su glande al ombligo, la marcha se hacía pesada por momentos, calor, humedad. Esa humedad pegajosa que calaba de bochorno, fila india por una trocha que habría el puntero con su machete, me quite la camisa, inmediatamente uno de los nativos de la puso alrededor de la cabeza, me ofreció una blanca y gorda larva que me supo a monte.

Mientras admiraba la perfección del cuerpo del waica que marchaba a mi frente, le vi hacer algo con sus manos y unas hierbas, de un espinoso árbol arranco uno de los puntiagudos apéndices, de una enredadera más adelante una blanca flor, un caño, flor, espina y una trenzada e improvisada cuerda nos proporcionan un descomunal pez que no tarda de estar girando sobre una hoguera salida de la nada,  en la misma se asaban unos frutos grandes y lechosos que en su interior tenían unos almendros parecidos al castaño, y con un sabor que lo recordaban. El agua para beber sale de unas voluminosas lianas que te empinas cual bota de vino, pero que no tienes que apretar ya que una agua fresca y dulce fluye por si sola. 

Me asombra ver lo que veo, tres hombres desnudos, con sus manos, en perfecta armonía con la naturaleza sacan un, sino suculento, bien balanceado almuerzo de la nada. Sin supermercados, sin las raciones de campaña que pesan en mi mochila. Unos frutos agridulces, que desconozco terminan siendo el postre, un silencioso perro que hasta entonces no había visto se encargó de recoger la mesa, fila india de nuevo dos o tres horas más y,  el chabono aparece entre la selva, volcado en sí mismo, cuarenta a cincuenta metros de diámetro, circular en un solo ambiente, techado hacia adentro en su periferia,patio al centro como las solariegas casas españolas, en el juegan una media docena de niños, nadie nos recibe, algunos hombres en sus chinchorros nos ven displicentemente, las mujeres en diversos quehaceres levantan la vista al ver a la monja,  una mujer con un nene a horcajas en su cadera se acerca a verme, me quita la camisa que me habían,  me toma por un brazo y me arrastra, bajo el tinglado, me ofrece comida, agua y un chinchorro, deprecio lo primero y buen uso hago de lo otro, al poco rato duermo profundamente.

Ya es de noche, me despiertan una manos que me desvisten, cálidas, suaves tiernas, inmediatamente pienso en la jamona al abrir los ojos, mas no una niña india, me quita las prendas, otra observa, una débil resistencia y la mujer, que el chinchorro me ofreció, señas hace que me deje, desnudo quedo pronto y la niña me cabalga, no logro entenderlo, más me dejo,  dos noches he sido violado, no me quejo, oigo un resoplido cerca de mi, volteo, ¡ha!, que dicha la de la santa madre quien rodeada de tres muchachos se divierte, la segunda niña mi pecho acaricia y la vieja al grupo que se acerca, una hora después, niñas, vieja, muchachos y monja satisfechos y pierna suelta roncan.

La mañana llega, desde mi chinchorro trato de pensar en lo ocurrido, veo el ir y venir de la comuna, ¿DE LA COMUNA?, todo en mi mente se aclara de repente,  El indio que nos dio pescado por galletas, el que me despierta en la selva, quien me  cambia una larva por camisa, la vieja que me da niñas por lo mismo, NADA ES DE NADIE, TODO ES DE TODOS, no existe el concepto de propiedad, la palabras “mío” o “tuyo” no existen en su lenguaje, ni los hijos pertenecen a las madres que los paren, ni la mujer es tuya o el hombre es de aquella, La sociedad perfecta, nadie es jefe de nadie, ni alguien mandado por otro, todos hacen algo por todos,  y el todo es el chabono que junto late con el corazón del mas puro socialismo anarquista, como pude entender años mas tarde.

Ese viaje marcó mi vida para siempre, perdí la fe en los hombres, en la autoridad, en dios y sus ministros, y en la civilización.

Tú Camarada, ¿eres de verdad escéptico?, ¿Incrédulo?, ¿Descreído?, ¿Desilusionado?, ¿Suspicaz?, ¿Prevenido?... Si es así ¿desde cuando?.
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Te fijas Camarada, lo profundo del verso de Andrés Eloy que a leer te puse en estos días,  te acuerdas,

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño,

Un saludo cordial, nos vemos en las teclas,
Johnny (Dic. 1.986)

Foto tomada de: AMAZON INDIANS ORG

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