12 de junio de 2012

HANS EL HEDIONDO

una historia de tierra adentro

A mis nietas: 
Orihana y Johanna,

soles en mis días.    



Hoy recuerdo a Hans, por motivos de trabajo tuve trato con él por algunos años, fue uno de estos "musiús" trotamundos que llegaron a Venezuela en los 70’s. Nunca supe si fue belga, alemán o bóer ya que su personalidad concordaba tanto con el nazismo como con el apartheid. Vivió por el África por muchos años, en especial al sur de ella, fue ingeniero metalúrgico y soldado de fortuna... extraña combinación de profesiones, que lo llevó entre muchas otras cosas, a incursionar en las guerras en Angola y pelear contra los mercenarios cubanos.

Hans siempre manifestó un pobre concepto de todo aquello que no fuera representativo de la preponderancia “cristiana”, aria o anglosajona; en fin, y en ese aspecto, Hans fue todo un digno representante del defensor de la supremacía blanca al mejor estilo del Ku-Klux-Klan...

A menudo narraba anécdotas de su vida de apartheid. Algunas veces le escuchaba decir cómo en los supermercados de Pretoria se compraban armas libremente,  y de como la propaganda de las mismas se hacía en razón del tamaño del hueco que la bala disparada le infringía a un negro... Gozaba al hacer hincapié en que el negro africano, en poco se diferenciaba del mono y con marcado acento, decía: "En África monos en arboles y negras en tierra"... Su historia favorita detallaba cuando él transitaba por los caminos minados de Angola; allí usaba negros como escudo, los contrataba por cincuenta centavos de dólar la hora, remplazándolos por otros al volarse las piernas los primeros.

Hans olía mal -le decíamos "el hediondo"- no sé si exhalaba esos hedores por alimentarse con salchichas de puerco, repollo agrio y mucha salsa de ajo, o simplemente porque el olor que despedía representaba su catadura moral. Había días que sencillamente estaba inaguantablemente nauseabundo. No había parte de su humanidad que no despidiera un hedor de diferente tipo, todos estos miasmas se unían en una sola fetidez, que como un vaho le envolvía... era su propia y distintiva aura que lo identificaba a varios metros de distancia.

Un día  -uno de esos días en particular en que su olor era pestilente- coincidí con él en el viejo aeropuerto de "Grano de Oro" en Maracaibo, no requerí de verlo para saber que allí se encontraba... él se sentía en el éter, y un circulo vacío de personas a su alrededor -en el atestado aeropuerto- así me lo confirmó.

Yo regresaba a Caracas, era un viernes, después de una semana agotadora de agosto; salía el último vuelo, aquel vuelo llamado "el trasnochador" que llegaba a Maiquetía pasadas las 11 de la noche. No me vio  -yo sia él- estaba chequeando su pasaje. Esa noche, y parte del sábado siguiente, viaje en autobús. Todavía hoy me pregunto: ¿cómo carajo sobrevivieron quienes abordaron aquel, substancialmente, odorífero vuelo?.

Hans fue un gran trabajador, eso sí hay que reconocerle, casi solo, con aquellos pocos que lo soportaron, levantó una empresa próspera y rentable; empresa de un solo hombre en la rama metal mecánica. Por esa razón yo le conocí, fabricaba parte del material que usaba frecuentemente en mi trabajo, y lo fabricaba de una extraordinaria calidad...

Como buen nazistoide trataba despectiva y peyorativamente a su personal. Era aquella época de la afluencia colombiana a Venezuela; siempre tenía tres o cuatro obreros de ese origen. El obrero colombiano muestra un respeto -reverencia de ancestral de origen colonial- hacia el patrón y de ello abusaba frecuentemente Hans vejándolos de palabra. recuerdo haberle dicho un día: "Musiú, mira a los hombres tienes que respetarlos, ésta es Venezuela, no Sudáfrica"... Se rió... y me dijo en su media lengua: "¡Quién tiene plata mande, coño!... ¡Quién no le guste que se valle al caraje!"...

Al hacer dinero le volvieron las añoranzas de su vida bóer, reminiscencias de campo. Se compró una finca en -¿Río Chico?- ahora no recuerdo exactamente e donde (también pudo ser en San Casimiro o en San Sebastián) la finca venía con peonada incluida. Un caporal -más por viejo que por otra cosa- y varios peones. De esos que los señoritos bien llaman "pata en el suelo". Pero venezolanos típicos de tierra adentro, producto del mestizaje criollo, pertenecientes a esa raza "de cobre, níspero y cocuiza, de mazapán y de greda, una raza sin nombre, laborada sin prisas", como una vez dijo el poeta M.V. Magallanes...

Los jueves Hans tomaba rumbo a su finca; algunas veces, no aparecía sino hasta el martes. Pero, un martes no apareció  -ni los días que siguieron- ¡Una llamada!... Lo descubrieron muerto en su finca -el miércoles lo encontraron- Un sin fin de murmullos a lo chito chillón puso en alerta a un acucioso policía quien se dio una vuelta por la finca. Lo halló en el chinchorro -no había peonada- no estaba el caporal; solo el nauseabundo olor característico de Hans indicaba su presencia... El chinchorro hervía en gusanera...

El forense determinó que había muerto ese martes... por septicemia aguda... septicemia, como averigüé después, es envenenamiento de la sangre... una infección en ella, la cual termina convirtiéndose en pus... pus entre la cual nadaban los gusanos... El galeno no lograba relacionar el alto grado de descomposición del cadáver; realmente no se correspondía a los tiempos trascurridos.

Al musiú la habían disparado. Fue un disparo de chopo cargado con munición venadera -lo habían tirado cuando estaba en el chinchorro- la herida no fue mortal, solo un plomo se incrustó entre la tercera y cuarta vértebra cervical -había quedado cuadripléjico- los otros guáimaros no habían producido daño grave... Luego de una larga investigación forense se dedujo que había sido herido el jueves durante la noche...

Triste destino el de Hans... ¿qué pensaría durante esos cinco días cuando se veía consumir, vivo, por los gusanos?... ¿se recordaría acaso de los negros quienes por cincuenta centavos de dólar, sacrificaron por él sus piernas?... ¿qué cavilaría sobre aquel pobre "pata en el suelo", autor del disparo, a quien vejó durante aquella tarde, quién sabe por qué tontería?; ¿Se recordaría de aquellos tantos vejados peor, sin consecuencias?.

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Nadie se responsabilizó por el disparo... nunca se supo quien lo efectuó... nunca nadie dijo nada... tan solo se supo de uno de los peones, durante el interrogatorio, policial murmuró:


       "Los hombres se matan, ¡coño!, pero no se humillan"...

Por:Johnny de Wekker Vegas. Caracas, 30 de abril de 1999
(Revisado 5-6-12)

Esta es la historia novelada de un suceso... El protagonista de la misma existió y fue así su personalidad... Lo narrado pudo, o no, haber sucedido tal cual se narra... Lo cierto es que aparece muerto de un disparo... ¿Por qué?... Nadie lo supo nunca quien lo hizo, ni la razón... Detuvieron al Caporal quien -después de meses- fue dejado en libertad por falta de pruebas...

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