27 de abril de 2013

CLUB LOS CORTIJOS,

donde nunca fui socio...

En 1944 nació el Club Campestre Los Cortijos. En él se respira el grato ambiente familiar que ha sido valor fundamental de este Club a lo largo de su existencia; la Familia Cortijera, en la cual conviven hasta cuatro generaciones de socios y familiares.



Por: Guillermo Sáez Álvarez.

El Club Los Cortijos de Lourdes estaba situado en Los Ruices, Caracas, y por estar situado en la ciudad, tenía muchos miembros, casi todos de clase media alta y algunos ricos.

Contaba entre sus instalaciones con cancha para equitación, de tenis, y una piscina de 25 x 12.5 metros.

En su parte interior había restaurant, bar, mesas de billar y pista de baile.

Gracias a que un tío era socio, me prestaba la tarjeta que había que presentar a la entrada.

Me permitían llevar a un amigo, y siempre me acompañaban Pedro Molina y Atilio Villamisar, quién era socio.

Nuestro lugar preferido era la piscina, donde conocimos a muchas chicas. Algunas veces jugábamos billar, hasta con el Presidente del club.

Mi tío había dejado de ir al Club, y me dejó la tarjeta, pero había que renovarla cada 3 meses, si mal no recuerdo.

Y llegó el día que tenía que llegar, y la tarjeta se venció. Por esa vez nos dejaron entrar, con la advertencia de que había que renovarla.

Por supuesto, no pudimos renovarla, y sabíamos que no podríamos entrar la próxima vez. No nos dimos por vencidos, y como conocíamos el Club palmo a palmo, descubrimos que por la parte trasera de la cancha de equitación y rodeando al CLUB, había una cerca con alambre de púas en la parte superior. Sabíamos que atravesando una quebrada que pasaba por la parte trasera, se podía llegar fácilmente a la cerca, y era un sitio solitario.



Concebimos un plan y abrimos un boquete en la cerca y por supuesto, esperamos la noche, pues de otra manera nos hubieran descubierto. Llevamos herramientas y logramos hacer una entrada que podíamos dejar acomodada para que no fuera descubierta.

Así entramos varias veces y no era extraño que la gente llevara maletines para la ropa, la cual guardábamos en cualquier rincón cercano a la piscina y siempre vigilantes. La piscina disponía de 2 casetas con guardarropas  y los socios tenían llave. Lógicamente, en las casetas había baños para cambiarse.

Nuestra presencia no sorprendió a nadie, pues todos nos conocían.

Un día, estando sentados en el bar, viendo  a la gente jugando billar se me acercó  un tipo que parecía vigilante y me preguntó quién era el muchacho que me acompañaba, y dije su nombre. Me pidió la tarjeta y tuve que enseñarla. Al ver que estaba vencida me dijo que fuera a la oficina a renovarla. Solo tenía que dar mi nombre, el de mi amigo y presentar mis documentos que me acreditaban como socio, o familiar de un socio. Le contesté que tenía que buscar en mi maletín que estaba en el guardarropa de la piscina. Por supuesto, luego de buscar nuestros maletines nos fuimos a casa, saliendo por la puerta principal.

Fue la última vez que visitamos el club.

Por: Guillermo Sáez Álvarez. 
26 de abril de 2013
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25 de abril de 2013

TARAZONA Y ANDRÉS ELOY

cuento de raigambre venezolana...

A mi hermano: Fredy Ramón Pacheco
Pintor, poeta, bohemio y camarada




En el bochorno de una tarde caraqueña trato de recordar aquellos años, que cuando mozo, acompañaba los arreos de ganado a fin de sacarlos, durante el invierno criollo, de los esteros del río Caparo... de ese amado Caparo que está en mis recuerdos ligado para siempre a la bella y cálida tierra de Barinas de mi adolescencia, con sus prietas mozas, rebosantes de vida e inocencia, prestas a caer en las redes de un pichón de don Juan capitalino...

La sabana reluciente de esmeralda regada con las primeras lluvias resplandecía bajo un sol ardiente colocado ya en su cenit... Las "matas" rompían la monotonía del llano, mar de tierra que al horizonte rebosa... Las pozas hervían en caribes llenos de furia hambrienta producto de todo un verano de abstinencia, y en sus alrededores un sinnúmero de chigüires y babas esperaban el arreciar de las lluvias para así dar fin a su calvario de estío... La vaina aterciopelada de la picapica junto con las cerdosas y amenazantes hojas de la pringamoza te recordaban, por momentos, que no solo la cascabel o la mapanare en su desbocada caza de sapos, que nos rodeaban por doquier, podían darte un mal momento o un gran susto...

El olor agridulce de la bosta te recordaba que llevabas reses cursientas, purgadas por el pasto joven del naciente invierno... la marcha por momentos se tornaba lenta... pesada... en un zigzag acompañado de un abrir y cerrar de falsos para pasar las cercas de los diferentes fundos en donde se nos unían hombres y bestias con el mismo destino... Caracoleaban los caballos nerviosos de faena, quienes habiendo olvidado su querencia, buscaban por sí mismos al animal separado... La sabandija del hambre mordiéndote el estómago te recordaba constantemente de que a las cinco de la mañana recibió tan solo un guayoyo aguarapao...

Almuerzo frugal, salado y calentado con el sudor del jamelgo, y seguir en la faena hasta las cuatro o cinco de la tarde... buscar un sitio para pasar, hombres y bestias, la noche; un horcón en donde guindar tu chinchorro... tratar de encontrar además, un poco de bosta seca para espantar la plaga que de todo tipo y tamaño inclemente te agredían... En una chispeante fogata en madera húmeda se chamusca las la carne de un escuálido chigüire quien sucumbió ante el certero disparo de Tarazona, nuestro caporal de faena... una carterita de caña blanca rota para, que de a trago por cabeza, mejorase un apetito que a esas horas no admitía medra...

Alguien que rasga un cuatro... José, nuestro cantor y coplero... ¡Bachiller, bachiller!... alguien me grita: ¡Mándese con lo de la Rosalinda!... Pero ese invierno, y escondido entre mi macuto, llevaba un amarillento poemario de Andrés Eloy Blanco...

"Como no va estar llorando, si pasó la comisión y le dejó el corazón como capilla sin santo..." me arranqué en viva voz... observé de reojo como su atención se acrecentaba y como la peonada que no se había acercado al bracero lo hacía silenciosamente... y luego, los pasee por Chachopo de la mano Luz Caraballo... Les pinte angelitos negros... Rasgué la guitarra de Venancio Laya... Los hice transitar por la renuncia... Les mostré como el río se ponía en cinta de la estrella... y junto a ellos canté a los hijos con poemas de amor a Giraluna...

¡Mire bachiller párese, pare la recitadera!... Exclama, de repente, Tarazona... Ese coplero suyo es bien arrequintao y habla requete boníto... agregó a continuación... Levanto la cabeza de mi libro y veo al hombre... dos surcos de lágrimas cruzaban sus terrosas mejillas... Mire Carajo... me dijo... yo nunca he sido estudiao... de sute no jui a la escuela... pero si me el libro me da, le juro que aprendo a leer... Ese invierno y a la tremolante luz de una vela le di, sobre el poemario de Andrés Eloy, las primeras letras al rudo hombre llanero... Al año siguiente le lleve dos discos, esos que grabara el poeta en México, con su propia voz y antes de su prematura partida... un poemario de Ernesto Luis Rodríguez... El hombre ya leía de corrido... ayudaba a sus hijos en tareas escolares, y con orgullo hizo que el mayor me recitara de memoria la "Leyenda del Horcón" que alguien le había prestado.

No supe ya más de Tarazona... la muerte de mi padre, el tiempo la distancia nos separaron... nuestras vidas tomaron rumbos diferentes... estando en la montaña conocí a muchos como él... insistí en las clases de lectura que impartí siempre que pude... más la sensibilidad descubierta en ese curtido hombre, de la pampa venezolana, jamás la volví a encontrar...

Años después... adentrado en aquellas serranías de esperanza y en eterna lucha con garrapatas, miedo, hambre y frío, en la sempiterna huida de aquellos hombres vestidos de verde que buscaban nuestro exterminio a toda costa, recordaba las lágrimas de aquel arriero de reses, tal vez buscando mi consuelo o tratando ocultar con ellas las mías...

Tarazona en cierto modo me ayudó... me hizo ser mas humano... me enseño en la práctica la esencia y realidad del socialismo, que en aquellos años sólo eran teorías de libros o frases escuchadas en los labios del insigne medico y camarada de corazón Gallegos Mancera... Tarazona me enseñó además que la poesía y el romanticismo no requieren de cultura, que le sobran las Sofías Imber y los Boulton, falsos mecenas y traficantes de arte... Que lo bello se ama por lo bello mismo y no por que alguien te enseñe a amarlo... Aprendí, además, que si no amas lo bello no amas la vida...

Johnny de Wekker Vegas
Caracas, 22 de mayo de 1999




Perdonen mis lectores de otras tierras el lenguaje coloquial de esta historia... más si entender bien, quieren la misma... les dejo un breve diccionario de nacionalismos y regionalismos:

    Arrequintao: "Arrecho" individuo de mucho temperamento.
    Arriero: Quien conduce reses.
    Baba: Caimán, cocodrilo de pequeña envergadura (1 a 2 Mts.)
    Cascabel: Culebra venenosa, orden de los Crótalos
    Caparo:  Río del Norte del Estado Barinas, bordea el pueblo de Santa
    Barbara en plena lanura (pampa) venezolana; a uno 160 Km. de la capital
    del estado y 700 del de la República.
    Caribes: Peces carnívoros de gran agresividad.
    Carterita: (de baña blanca) Botella pequeña y plana, de aguardiente (ron blanco)
    Chigüire: Capibara, roedor de gran tamaño.
    Chinchorro: Hamaca, cama de origen indígena.
    Comisión: Recluta de conscriptos a la fuerza.
    Cuatro: Guitarrilla típica con cuatro cuerdas.
    Esteros: Bajíos, zonas de inundación en invierno.
    Falso(s): Entrada, portón de una cerca de alambres de púas.
    Guayoyo: "aguarapado" Café claro colado con agua de papelón (azúcar negra)
    Llanero: Gaucho, hombre de sabana (llano, Pampa)
    Macuto: Bolso de piel o sisal que se tercia al hombro, contiene bastimentos
    y efectos personales, junto con un chinchorro y una cobija es todo el equipaje
    del llanero en faena.
    Mapanare: Culebra venenosa, orden de los Botrox.
    Matas: Grupo de árboles que cual islas tachonan la sabana (Llanura)
    Montaña: (estar en) Actividades guerrilleras de los años 60´s
    Picapica: Enredadera que produce una vaina cubierta de un pelillo sumamente
    irritante
    Pringamoza: "Guaritoto", Ortiga, arbusto muy irritante-
    Plaga: Zancudos, mosquitos.
    Querencia: Sitio donde está el potrero (establo) de la bestia.
    Sabana: Pampa, llanura venezolana.
    Sute: Muchacho, joven


14 de abril de 2013

CUATRO ANÉCDOTAS DE LA ABUELA,

o recuerdos de mi niñez…


Con los años se pierde un poco la capacidad de aprender y se olvida el hecho recientemente ocurrido… más el recuerdo antiguo se aviva… los olores te recuerdan situaciones que viviste… con el recuerdo de alguien se vienen a tu mente momentos ya olvidadas…  Quiero dejar acá algunas historias (¿cuentos?) que narraba mi abuela “Ernestina Contreras viuda de Vegas” (como ella se firmaba)…
Verdades o consejas que espero les diviertan…
ABUELA CON LAS GALAS DE LA ÉPOCA


Por: J. W. de Wekker Vegas.


1 - LA ABUELA SOLDADO:

La abuela Ernestina era una gocha de pelo en pecho, fue una de los siete hermanos que sobrevivieron en la familia de Nepomuceno Contreras carpintero de San Antonio del Táchira… 

Durante  la invasión al Táchira en 1901 por Rangel Garbiras con un ejército de 5.000 colombianos ella peleó en primera línea usando un viejo “Máuser” de doble acción, acompañaba a las mujeres de San Antonio del Táchira quienes defendieron  la frontera retrasando a los “Reinosos” (como ella nombró siempre a los colombianos), a la espera de los hombres, que venían desde San Cristóbal y quienes luego hicieron retroceder a las tropas colombianas a Cúcuta.

Fueron las mujeres las primeras que salieron a defender la tierra patria de la invasión extranjera…  Nos contaba que echó el plomo parejo y nos narraba que el viejo fusil se le encasquillaba a cada momento, y que para que el recule del máuser no la tumbara se afincaba a una hamaca tensada bajo sus axilas sostenida entre dos estacas y una tercera, en horquilla, le servía de mampuesto… 

De este episodio se conoce poco (o nada) y sería interesante que los acuciosos historiadores, dejaran a un lado su machismo, y reivindicaran esa parte que jugaron las mujeres en la historia de aquella época de alzamientos e invasiones. Colombia en era, para aquellas fechas, el refugio de los venezolanos patriotas alzados, pero también habían apátridas, pichones de Malinches, como Garviras quien pacto con el gobierno colombiano para invadir a Venezuela.

2 - BARTOLO TRÁEME EL CAYUCO:

La abuela estaba recién casada ya, pero su hombre “el Negro Vega” un falconiano de los bravos  “hombre de a caballo”  andaba tras el “cabito” Castro desde la invasión del 1899 (Revolución Liberal Restauradora) en aquel huracán político que inaugura el siglo XX. 

Las familias gochas se conocían todas, ya que los de La Mulera, Capacho Viejo y Nuevo, Quiquinea, San Antonio, San Cristóbal, u otras poblaciones tachirenses, se ligaron por parentesco consanguíneo o padrinazgos…  Parientes y compadres fundaron y compartieron una época y un país por más de 30 años e hicieron de Venezuela su hacienda; y dentro de ésta se protegieron entre sí como lo hacían en las haciendas de las tierras que los vieron nacer…

Mi abuelo, el “Coronel”  Cornelio Vega (quién al “civilizarse” en la capital cambia si apellido a “Vegas”), contaba que se había ganado sus galones ”jediendo pólvora, y jalando machete”, tuvo buenos contactos con Castro a quien le sirvió originalmente pero luego le fue fiel a J. V. Gómez hasta su muerte. El abuelo muere en batalla  durante el segundo decenio del 1.900  en una contienda contra soldados del entonces difunto Mocho Hernández  por los alrededores de Chaguaramas en el norte del Guárico… 

Por 1908 y siendo el presidente del Estado Zulia José Ignacio Lares Baralt, lo trasladan a Maracaibo a una guarnición marabina. El Negro Vega como buen guerrero de la época era aficionado a todo embotellado de más de treinta grados de alcohol…

Por aquellos años (y hasta hoy) existía en el Zulia la leyenda de Bartolo y el Cayuco, que básicamente era la siguiente:

CORONEL CORNELIO VEGA(S)
(*) “La leyenda hace mención a que el patrón de cierta piragua, anclada en aquel puerto, bajó una noche a tierra, y al despedirse del muchacho que lo trajo le dijo que estuviera oído alerta para que cuando viniera de regreso de su excursión lo llamara y no le hiciera esperar con el cayuco. Más tarde el marinero que partió sólo, y a paso mesurado, volvió a toda carrera y con dos hombres, como dos perros furiosos, pisándole los talones y casi pinchándolo con las peinillas.

¡Bartolo! ¡Bartolo! ¡El Cayuco! rompió a gritar desesperadamente el patrón, pero a pesar del angustioso llamado cada vez más frecuente, el muchacho no le escuchaba, pues dormía como una piedra.

Convencido de la inutilidad de sus gritos, acorralado entre el hierro y el agua, el marino se precipitó lago adentro, como una tromba, desapareciendo en las aguas.

Su cadáver jamás apareció, pero su demanda de socorro, su clamoroso movimiento, resuena todavía en las noches oscuras por aquella parte del litoral, llenando de temor los corazones y haciendo aullar lastimeramente a los perros del vecindario ¡Bartoloooo! ¡Bartoloooo!, traéme el cayuco.”

No sé si mi abuelo conociera o no la leyenda, pero un día, durante una de esas ventoleras del lago se encontraba libando un buen aguardiente, estaba bastante pasado de copas y al escuchar el ulular del viento le pregunta a uno de sus edecanes “¿qué es eso?”... Este le contesta “es el patrón pidiéndole el cayuco a Bartolo”; mi abuelo en medio de su rasca no tiene mejor ocurrencia que mandar a tocar zafarrancho de combate, montar en su corcel (él siempre usó mulas) y hacer una carga de caballería al lago… De más está decirle que fue una carga de un solo hombre que terminó con la tropa sacando medio ahogado al abuelo y tratando de despegar la mula de un endiablado barrial…  La tomadura de pelo (mamadera de gallo) acompaño a mi abuelo hasta el fin de sus días…

3 - EL FENÓMENO DEL CORONEL.

Antes de continuar estas historias quiero narrar otras cosas sobre el Zulia: de Maracaibo y sobre Eustoquio Gómez; este último primo de Juan Vicente Gómez y un sicótico asesino:
“(**)  Para el año 1908 Eustoquio estaba preso en “La Rotunda” cumpliendo una condena de 15 años. Tras asumir Juan Vicente Gómez el poder después de la traición a Castro, es liberado y recibe el cargo de jefe del Castillo de San Carlos de la Barra en el Estado Zulia, utilizando por este tiempo el nombre de «Evaristo Prato».

El dictador Juan Vicente Gómez convirtió el castillo de San Carlos en una prisión para sus adversarios políticos. Los presos políticos llevaban grillos y pesadas barras de metal en los pies. Eran sometidos a torturas y a una vida infrahumana. Al poco tiempo comienzan los abusos de este criminal quien montaba a los prisioneros en gabarras y tirándolos luego al Golfo de Venezuela para ser pasto de los tiburones; llegándose el caso de “vender” prisioneros los cuales fueron enviados como esclavos a trabajar en la construcción del “Canal de Panamá” el infame trato dado a los prisioneros del castillo provocan un levantamiento general que lo obliga a refugiarse en Maracaibo (1909).”

En ese año de 1909 coincide el angelito de Eustoquio con mi abuelo en la ciudad de Maracaibo y no sé por qué razón éste hacía labores policiales, lo cierto es que mandó a recoger con la tropa de mi abuelo a un grupo de homosexuales en cierta zona de la ciudad donde parece que abundaban para esa época…

Los gay para aquellos tiempos no solo eran raros sino que escasos, no porque no los hubiese, sino que por la xenofobia reinante debían esconder muy bien su condición… o sea que el “grupo” recogido no fue mayor de 10 individuos… La orden, recibida, era entregárselos a la policía, pero uno de ellos le suplicó a mi abuelo que lo salvara, gritaba que si lo hacía, él le serviría en lo que quisiera… Lo cierto que el abuelo, como signo de gracia, lo asignó como ayudante del cocinero en el cuartel, más porque el cocinero que tenía era malo que por otra cosa…

Me contaba mi abuela que el resto de los detenidos les hicieron el paseo en gabarra al centro del lago y o los hundieron con la gabarra  por orden expresa de Eustoquio. Esto último no he podido confirmarlo documentalmente, pero he aprendido a confiar en las historias que de niño me contaba la abuela, por lo tanto asumo que pudo haber sido cierto.

Al dejar Maracaibo mis abuelos, y antes de nacer mi primera tía, se mudan a Caracas,  a la ya de moda  parroquia de La Pastora (Torrero a Negro Primero) y se traen a Caracas a su gay maracucho… quien con delantal de bordados y luciendo un bigotico de la época hacía el servicio de adentro en la casa de los abuelos (quienes son ya los “Vegas Contreras”).  Este personaje sobreviviente de la masacre ordenada por Eustoquio Gómez  fue durante unos años una “atracción” ante los Generales y Coroneles gomeros, “hombres de tabaco en la vejiga, machos machotes de pelo en pecho”, ¡Joder!…

El sale de la familia al mudarse esta a Cumaná antes de nacer mi tío, se dice que se fue a las Antillas y nunca más se supo de él. (Conservo en alguna parte fotografías de personaje las cuales al encontrarlas adornarán este artículo.)… Naturalmente aquella fue una época donde la xenofobia era natural en el comportamiento, y se puede decir que hasta obligatoria, y estoy seguro que a muchos de los que vivimos eso nos resulta incomprensible…

Otra historia salía mucho en las conversaciones en la familia era una que contaba el General Gabaldón (sus vecinos en La Pastora) sobre el Sr. R. Betancourt y el Sr. G. Barrios “jugando al médico” dentro de un chinchorro en la isla de Curaçao, pero esta no la coloco acá ya que no es maracucha y los muertos, aún tienen dolientes…

4 - MI TÍA GUAJIRA

Era mi tía mayor… Mi abuela tuvo tres hijos y a Felicia, tres mujeres y un varón… Mi tía “Lisvia” quien era muy blanca como la abuela y pelirroja con tintes, mi madre (Rosita) morena como mi tío (Cornelio) estos últimos salieron al “Negro Vega”, y mi tía (Felicia) una india guajira… Entre los cuatro conformaban la síntesis del venezolano: “Una raza de bronce, níspero y cocuiza… de mazapán y de greda… una raza sin manchas laborada sin prisas” como una vez dijo el poeta Manuel Vicente Magallanes.

Felicia tenía un triste origen. Contaba solo con cinco a seis años cuando mi abuelo se la compró por 20 pesos macuquinos (unos 80 Bs) a unos tipos que se la habían robado en la Guajira… Gruñía, pateaba y arañaba llena de desesperación cuando arriba a la casa; pero la paciencia y el amor de la re-tía (Angelina) quien era maestra de primeria domaron a la fierecilla. Angelina  le enseña las primeras letras, y todo lo que era la educación rural de la época. Felicia llegó a ser muy culta (autodidacta) y hablaba bastante bien el francés que lo había aprendido de sus “hermanas” menores quienes habían estudiado con las monjas del San José de Tarbes en Valencia… 

Esta niña representaba en cierta forma “la criada” normal de aquella época, figura que sobrevive hasta bien entrados los 50’s y principios de los 60’s del siglo XX, niñas pobres regaladas o compradas para que fuesen como esclavas de familias de clase media. Pero Felicia en casa de la abuela asumió la figura de la “hermana mayor” y ayudó a levantar a mi madre y a sus dos hermanos como la mayor de ellos…

La encuentro en mis primeros recuerdos por los 50’s… Por esos años (ya con 52 o 53 abriles) ella y su hijo convivieron con nosotros en la casa porque había enviudado  recientemente y quería reordenar su vida…  Yo la veía como la figura que dominaba la familia, era mandona y organizada todo lo de la casa ya que tanto mi madre como su hermana trabajaban, y mi tío vivía con su familia en Maracay… En fin, todos le hacíamos caso.

Cuando nos mudamos a Los Teques desapareció de nuestra vista, y sólo la volví a ver ya muy anciana, en una de mis idas a Maracaibo, había reorganizado su vida en el estado que la vio nacer… Fue muy poco antes de su muerte, estaba enferma pero muy lúcida rodeada de nietos y bisnietos. No tenía recuerdos de su familia original, me dijo que la única familia que tuvo siempre fue la nuestra; y me contó se enteró de su venta ya con 8 años de edad al hacer su primera comunión…

Felicia murió pocos días después.

Espero que este arrastre de lápiz, mueva a algunos a investigar lo que acá narro y aclare la veracidad o no de lo contado… Ya que no soy dueño de la autenticidad, sino quién como un Juglar del Medioevo solo repite lo escuchado…

Por JotaDobleVe
13/04/2013

(*) Descripción tomada de: Zulia turística (mitos y leyendas zulianas)

(**) Los datos así indicados me fueron suministrados por el Grupo de Facebook “Maracaibo...ciudad de costumbres.” El cual gustosamente me ha asesorado para escribir esta parte de mis recuerdos de la infancia; sin su ayuda en hechos, localizaciones y fechas no hubiese podido hilvanar mis recuerdos.