13 de junio de 2012

YO Y EL BRUJO...…

Un cuento de culebras y placebos….

Por: Johnny de Wekker,
16 de octubre de 1999




Por allaaa… en 1.962, en mi estadía rural, caminando las Montañas de Guatopo, por los lados de Altagracia de Orituco, al pie de monte de la Cordillera del Interior de la costa venezolana, zona rural netamente cafetalera; mi trabajo era el de coordinar el desalojo de unos campesinos de tierras recién declaradas parque nacional…

Llevaba ya unos meses en la zona, había hecho en la UCV un curso de “enfermería de emergencia” y yo era lo más parecido a un galeno en kilómetros a la redonda. Con un maletín atiborrado de aspirinas, calmantes, anti-piréticos, vermífugos, jarabes y vendajes andaba siempre recetando males menores; las madres me llevaban sus mocosos para curarles las parásitos, diarreas o las gusaneras, y tomarles uno que otro punto de sutura producto de una caída o vergajazo propinado por el padre, en ocasiones me llamaban –junto a la comadrona local- para atender alguno que otro parto que se complicaba (varios ahijados de nombre lloni o Yoni dejé en la zona)…

El curso de enfermería lo hice en el Instituto de Medicina Tropical de la UCV, en donde también aprendí a manipular ofidios (culebras). En mi “todo-terreno” además de la farmacia de emergencia, llevaba siempre una o más jaulas y los implementos para agarrar a los bicharracos estos. Quiero informarles que la zona donde me desenvolvía es selvática y montañosa, con una vegetación muy densa y la cuál, ésta resulta un hábitat perfecto para estos animalejos.

Ese lugar era el hábitat de la Tigra Mariposa (Bothrops Venezuelensis), animal considerada –dentro de su especie- como el más agresivo y venenoso de toda nuestra América; por ende, algunas dosis de suero antiofídico desecado acompañaban siempre mi farmacopea; sueros que bastante sirvieron para mantener vivos a algunos mientras llegaban a un hospital.

Les cuento todo esto, para que puedan ubicarme, no sólo en la zona, sino que se ambienten un poco para el saldo de la historia…

En Venezuela existen culebras muy, pero muy venenosas, pero la mayoría no lo son, la relación es de uno a siete (si no menos) de bicharracos venenosos, o sea, por cada asesino en potencia hay siete quienes son unos pobres y mal comprendidos animalejos, los cuales habitualmente pagan las culpas que les cargan sus peligrosos congéneres, ya que -como con los pieles rojas- los lugareños aplican aquello que: “la mejor culebra es una culebra muerta”. Por ésta razón yo siembre cargaba ejemplares no venenosos con miras a ser liberados en zonas menos peligrosas para ellas; muchas veces a falta de jaulas, las menos agresivas andaban sueltas en el todo terreno o simplemente en alguno de los bolsillos de mi guayabera lo que me dio fama no solo de “loco”, sino de “brujo”. Fama ésta, la cual yo con una sonrisa no desmentía, sino más bien trataba de cultivar.

Antes que las misiones médicas cubanas existieran en Venezuela, la atención rural no existía… cualquier enfermo debía ser trasladado –como fuera- a un pueblo o ciudad más o menos importante para ser visto por un galeno; el cual nunca se movía a ver a un paciente (mientras no fuera un hacendado importante con suficiente dinero para pagar la visita del hipocrático personaje) por esa razón los Brujos resultaban muy importantes en la sociedad rural; y eran tan primordiales que una de las misiones que teníamos era el de transmitirles un poco de nuestros conocimientos, o sea, cuando usar una aspirina, un vermífugo, cuando ordenar que llevaran un paciente al Hospital etc., y a la vez, tratar de recopilar como pudiésemos algo del conocimiento ancestral en cuanto a la herbolaría local.

Yo, en toda la zona, me llevaba bien con todos los brujos –menos con uno- “Eufrasio” quien era todo un personaje; este sujeto era el bodeguero de una zona llamada “Quebrada Guanape”, que quedaba adentrada en la montaña de Guatopo Éste vendía comestibles, pero los fines de semana su “bodega” se transformaba en el bar local, y con un trío de “chicas” –las cuales ejercían la profesión más antigua del planeta- se servía para birlar las escasas ganancias que el  cultivo del café dejaba a los campesinos zonales.

Para Eufrasio en el cambio al nuevo asentamiento no le resultaba un buen negocio, él salía perdiendo, ya no sólo tendría competencia (la intendencia comunal), sino que el negocio de los fines de semana de bar y de burdel debería de cesar. Mi fama de loco, y el S&W .38 en mi cintura lo mantenían callado pero remolón. A lo chito chillón se suscitó una guerra no declarada de su parte. Guerra que llega al clímax cuando a la fuerza le quito un paciente (mordido de tigra mariposa) al cual logré salvar, por pura suerte, dándole una sobredosis de antiofídico y enviándolo en avioneta a la Capital. El pobre hombre, a la larga perdió una pierna y Eufrasio declaraba que había sido por mi culpa, ya que de haberlo curado él tendría su pierna.

Semanas después de aquel incidente, un día viernes y última semana de mi estadía en la zona y cuando me disponía retornar a mi base de operaciones, a mi vehículo –el fiel Land Rover- se le ocurrió fallar por su única debilidad, o sea, me partió las puntas de eje traseras, dejándome solo con la tracción delantera suficiente tan solo para acercarme –adivinen donde- a la bodega de Eufrasio. Dado el estado del vehículo yo no podía salir de la montaña atravesando quebradas y barriales, así que envié a uno de mis ayudantes –a lomo de bestia- al pueblo en busca de ayuda y me dispuse a pasarla lo mejor posible.

Ese día temprano había encontrado una “falsa viejita, (epistoglifa)” o sea una culebrita totalmente inofensiva, de cero agresividad, la cual, a primera vista lucía exentamente igual a una Bothrops Medusa (viejita) la cual de no ser por su escaso tamaño (unos 30cm) le hubiese quitado todos los records a la tigra mariposa; la “viejita” por su agresividad y potencia de su veneno, había hecho perder una mano o un pie a más de uno, por lo tanto era igual o más temida de la tigra mariposa.

Puse la inofensiva culebrita en el bolsillo de mi guayabera, y por la excitación del accidente me olvidé totalmente de ella… y en tan noble compañía me dispuse a brindarle la noche a Baco en el “bar” de Eufrasio…

La caña clara comenzaba a surtir efecto, el dueño del lugar me miraba con cara de pocos amigos y susurraba entre dientes frases que yo no escuchaba, pero que sabía destilaban rencor a mi persona. Yo me propuse a vivirle la parte en la primera oportunidad, ya bajo el efecto del aguardiente hasta las jóvenes puticas de Eufrasio me comenzaban a resultar apetecibles, de repente logro escuchar algo de lo que dice el brujo lugareño:

--“A ese doctolcito le voy a echar yo una vaina”--

Estaba planteado el reto…

Al correr con disimulo la mano a la cintura –para ver si mi S&W estaba donde debía estar- siento el bulto de la falsa viejita… e inmediatamente se me ocurre la broma:

---¡¡¡QUE VAINA ME VAS A HECHAR TÚ, BRUJO DE PACOTILLA!!!---

Le increpo a viva voz,

--“Pa´jodeme a mi hay que ser brujo de verdad y tu lo que eres es un curandero de pacotilla”--

Y diciendo eso, saco la culebrita de mi bolsillo y la tiro sobre la mesa; el pobre animalejo, despertado de golpe en un cálido refugio cae en posición de ataque sobre la mesa; una reacción más bien intimidatoria que ofensiva…

--“¡¡Si de verdad eres brujo, entonces bésala!!”--

Todos miran a Eufrasio y este a la culebra… se levanta y da un paso atrás… Como se dice en Venezuela: “culipandeó” entonces yo –ya dueño de la situación- tomo el animalejo, y me meto la cabeza en la boca, y al sacarla le doy un beso en la testa, e inmediatamente me la guardo de nuevo en el bolsillo y digo:

-- “Sabes cómo es la cosa, acá quien se jodió fuiste tú, porque la vaina te la estoy echando yo a ti en este momento”—

Agarro un trago de aguardiente y suelto el buche con violencia sobre la silla donde Eufrasio estaba sentado segundos antes y lanzo sonoro:

--¡¡MUÉRETE!! --

Un silencio sepulcral en la habitación… el hombre baja la cabeza y se retira… yo agarro una de las puticas por un brazo y me voy con ella al Land-Rover… temprano, al día siguiente… alejo el vehículo del lugar, en la tarde llega la ayuda y ese sábado en la noche me dirijo a el campamento en Altagracia de Orituco a unos 12 Km del lugar…

Pasaron dos semanas. Corriendo la tercera, en la madrugada del martes, al levantarme encuentro en la puerta de mi cuarto a la mujer de Eufrasio acompañada de dos tripones.

---“¿Y qué haces tú acá, mujer?”---

Le pregunto al verla, ella se echa a llorar al verme.

--“Doctorcito” –me dice- “vengo a pedirle que me le quite el mal al hombre… está malo… se me va a morí… mire, no lo haga por mí, hágalo por este par de muchachitos que aún necesitan a su pae”.--

---“¿No me digas que Eufrasio está enfermo?”-- pregunto aún somnoliento.

---“Guá, no lo va a sabé usté” es su respuesta “si usté le hecho ese mal, desde ese día no se ha parado de una cama, no come y se me está muriendo… por lo que usted mas quiera doctorcito, ¡quítele ese mal de encima a mi hombre!”.---

Diciendo eso se arrodilla, la levanto y en ese momento llegaba el chofer a buscarme, le entrego la mujer y los muchachos con instrucciones de que los haga desayunar y me puse pensar que hacer.

Entro al baño para mi aseo matutino, y al buscar los implementos para afeitarme veo un viejo frasco de mercurocromo, de aquellos que tenían un palito de vidrio como aplicador, ya no tenía nada adentro sino la seca huella de lo que fue una vez su contenido. Veo la solución, lo abro, boto el palito de vidrio y lo relleno de agua. Un líquido transparente con un ligero tono rosa fue el resultado.

Al rato García –mi chofer- viene con la mujer y los muchachos… Llamo la mujer aparte y le doy el frasco, diciéndole en un susurro:

---“Dígale a su marido que se tome la mitad de esto hoy al oscurecer y la otra mitad mañana en cuanto despunte el sol y cante el primer gallo”---. 
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Meses después, cuando me fui definitivamente de la zona, uno de los regalos que recibí fueron cuatro lapas que me mandó Eufrasio quien me dicen contaba a todos como se salvó de vainita al meterse con un brujo más arrecho que él…

Un placebo dirán ustedes -pues sí, mis amigos- hay placebos, ¿de mentiras?.... sí, pero las mentiras algunas veces si sirven…


Imagen tomada de: http://www.myspace.com


JWJ de Wekker V.
Revisado: 29-5-2012

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